En un pequeño pueblo tranquilo, había un circo que aparecía misteriosamente todas las noches. Los niños se emocionaban con las luces brillantes, los sonidos alegres y los animales exóticos. Pero lo más intrigante de todo era la atracción estrella: el Payaso de Medianoche.

El Payaso de Medianoche, apodado así por los aldeanos, era un personaje curioso. Siempre aparecía a la medianoche, con un traje a rayas de colores, una nariz roja y un sombrero puntiagudo. Llevaba un bastón con el que realizaba trucos asombrosos, levantando objetos pesados con un solo movimiento y haciendo que los elementos desaparecieran en un abrir y cerrar de ojos.

Pero había algo en su risa que provocaba escalofríos. Sonaba más como un graznido que como una carcajada, y resonaba en todo el circo cuando llegaba la medianoche. Aunque era inquietante, los niños se sentían atraídos por su espectáculo.

Un niño llamado Leo era especialmente valiente y decidió quedarse hasta tarde para ver al Payaso de Medianoche. Mientras observaba el espectáculo, se dio cuenta de algo peculiar. El Payaso de Medianoche parecía mirar constantemente un viejo reloj de bolsillo, casi como si estuviera esperando algo.

Cuando el reloj marcó las doce en punto, el payaso miró a Leo y le dedicó una sonrisa inquietante. Luego, con un movimiento rápido de su bastón, un montón de globos de colores oscuros aparecieron en el cielo nocturno, y de uno de ellos, un regalo descendió directamente a las manos de Leo.

Dentro del regalo, Leo encontró una pequeña llave dorada con una nota que decía: «Para los valientes que se atrevan a descubrir, la verdadera magia está por llegar». Asustado pero emocionado, Leo decidió averiguar a qué pertenecía la llave.

Esa noche, los aldeanos hablaron de una puerta misteriosa que apareció en el centro del circo. ¿Podría ser esta la puerta que la llave dorada podía abrir? Con su valentía, Leo decidió enfrentar el misterio, pero eso es una historia para otra noche.

La historia del Payaso de Medianoche cautivó a los niños del pueblo, llenándolos de una extraña mezcla de miedo y emoción. Aunque la risa del payaso todavía resuena en las noches de circo, los niños siempre están ansiosos por la próxima aparición del enigmático Payaso de Medianoche.