Había una vez una niña llamada Clara que vivía en una pequeña y alegre ciudad junto a sus padres. Clara era una niña encantadora y siempre tenía una sonrisa en su rostro. Pero, había un pequeño problema: Clara temía la hora de dormir. A pesar de estar muy cansada después de un día lleno de juegos y aventuras, temía el momento de acostarse en su cama.

Un día, su abuela, una anciana sabia y de buen corazón, le regaló una cama nueva a Clara. Pero no era una cama común y corriente. La abuela le dijo a Clara que era una cama mágica. Clara miró la cama con curiosidad, con sus ojos brillantes de asombro.

Esa noche, cuando llegó la hora de dormir, Clara se acostó en su nueva cama mágica, sintiéndose intrigada y un poco ansiosa. Cerró los ojos y de repente, comenzó a sentir como si estuviera flotando. Al abrir los ojos, se encontró en un lugar mágico lleno de colores brillantes y luces centelleantes. La cama la había llevado a un mundo de sueños.

En este mundo, Clara tuvo las aventuras más extraordinarias. Cabalgó sobre unicornios, voló con hadas, nadó con sirenas en ríos de estrellas fugaces y corrió por prados de flores que brillaban bajo la luz de la luna.

Noche tras noche, Clara se fue a dormir emocionada por las maravillosas aventuras que le esperaban. Ya no tenía miedo de irse a la cama, al contrario, la hora de dormir se convirtió en su momento favorito del día.

Después de un tiempo, Clara se dio cuenta de que la verdadera magia no estaba en la cama, sino en su interior. Su abuela le había enseñado que los sueños son un lugar donde podemos ser valientes, tener aventuras y superar nuestros miedos. Clara no necesitaba una cama mágica para tener dulces sueños, todo lo que necesitaba era cerrar los ojos y dejar volar su imaginación.

Desde entonces, Clara ya no le teme a la hora de dormir. Cada noche, se mete debajo de las mantas, cierra los ojos y se deja llevar a lugares maravillosos, llenos de aventuras mágicas. Y aunque la cama ya no era mágica, para Clara, cada noche era un viaje lleno de sueños y fantasía.

Y así, Clara y su cama mágica vivieron felices y soñaron para siempre. Cada noche es una nueva aventura, cada sueño una nueva historia por contar. Porque en los sueños, podemos ser cualquier cosa y viajar a cualquier lugar. Como Clara nos enseña, todo lo que necesitamos es cerrar los ojos y soñar.